Todo trabajo implica una oportunidad para crecer, en el aspecto profesional -por supuesto- , pero también en el personal.
Un empleo no sólo resulta un instrumento para poner en práctica nuestros conocimientos, dar lo mejor de nosotros mismos, saber que somos útiles a la sociedad, sino que nos concede un grado de autonomía y dependencia (económica, personal) necesario para enfrentarnos a la vida en toda su plenitud.
Estas consignas, válidas para cualquier persona que haya tenido la oportunidad de incorporarse al mercado de trabajo, se intensifican cuando hablamos de lo que supone el trabajo para personas con discapacidad. Por eso es importante que los prejuicios y estereotipos queden relegados de una vez por todas del inconsciente colectivo. Hemos de superar absurdos y obsoletos clichés para construir, entre todos, una sociedad más inclusiva. Siquiera por propio interés, ya que el bienestar del otro repercutirá, de un modo u otro, más tarde o más temprano, en mi propio bienestar.